Fields of Fire y la crisis de los 40

fof09Reconozco que no pierdo la esperanza de soltarme con los wargames. Más allá de probar con éxito alguno de nivel básico, en su día hice el intento con Stalingrad Pocket II y lo acabé vendiendo, más escocido por mi propia incompetencia de lo que salieron los alemanes de la ciudad rusa por las bombas. Me superó el reglamento y, quizá más que eso, la obligación de desdoblarse que no acababa de ajustarse a lo que entiendo como juego «en solitario» y que me puso muy cuesta arriba el manual. Por eso, y ya más o menos afinadas las miras, aprovecho un calentón -gestado durante meses, eso sí- que concluye con el Fields of Fire en casa.

Las críticas negativas sobre el reglamento no ayudaban mucho a hacer la compra porque, con un peso de 4,01 sobre 5, no se presenta como un juego especialmente asequible al recluta novato. Como conseguí la segunda edición, que al menos se supone que mejora el de la primera versión, no me preocupé demasiado. Otro argumento para los sudores fríos es ver cómo en los foros de la BGG Fields of Fire tiene, sólo en el apartado de dudas sobre las reglas, la nada desdeñable cifra de 1.200 hilos abiertos. Hago como que no lo veo e inicio mi huida hacia delante.

Veamos. Me siento ante la caja, que permanece con el plástico puesto. La soledad de la misma en la inmensidad de mi mesa hace aún más solemne el momento. Han pasado más de 24 horas desde que lo tengo y nunca había dejado pasar tanto antes de desprecintar un juego. ¿Reside en mi subconsciente la idea de devolverlo o, tal vez, de revenderlo sin darle la oportunidad? Sé fuerte, Luis.

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Venga, vamos a ello. Empiezo a sacar el material. Todo tiene una más que aparente buena calidad. Cuatro mazos de cartas precintados, el libro de reglas, cinco planchas de fichas, dos cuadernillos de misiones y ayudas de juego… y más ayudas de juego… y más ayudas… vale, no pasa nada, no puede ser para tanto, me voy a comer la curva de aprendizaje.

Presiento indigestión, de hecho.

Una mirada más atenta a los counters me provoca un escalofrío. Cinco planchas, más de 800 fichitas, según el inventario. Más de las que pensaba. Pero si lo ponía, ¿qué esperabas? Ya, pero una cosa es leerlo y otra muy distinta tenerlas delante de uno. No puedo destroquelarlas, claro, antes necesito bandejas, que con lo manazas que soy o se pierden por ahí o se las come el gato.

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¡El gato! Rigby ha centrado su atención en la caja abierta y, lo que es peor, en el libro de reglas. Empieza a darle manotazos. ¿Percibe que hay algo perverso en él? Mal rollo. Descubro con alivio que su foco de atención está en un bolígrafo que tengo debajo. Se lo doy. Lo muerde, lo ataca, lo destruye, me deja en paz. Intento ponerme a leer el manual. Pero de repente el animalico regresa y vuelve a ver un enemigo en mi más reciente y orgullosa adquisición. En este caso su objetivo es un papel en el que me había hecho la lista de la compra, para tener excusa si decidía salir corriendo. No hace falta. Me pongo a jugar con el gato y pienso que ya he perdido la primera batalla: de ponerme a estudiar las normas he pasado a jugar con mi mascota. Mal vamos.

Venga, va. Al final acabo sacando al bicho del salón después de que, ahora sí, le haya pegado un mordisco a la primera página de las reglas. ¡A la porra la (hipotética) venta del material impoluto! Ahora sí que voy a tener que aplicarme. Definitivamente no hay vuelta atrás.

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El libreto es imponente. 64 páginas. Horas antes me recomendaron por Twitter que leyera un manual reescrito por un usuario de BGG en el que todo está mejor ordenado, pero el documento en cuestión eleva la cifra de páginas. He tenido exámenes con menos temario. Y los he hecho peor, lo reconozco.

Entro en una especie de estado ciclotímico. Paso páginas del original, de la traducción, del reescrito e incluso de otra versión que encontré por ahí. Y es que ya se sabe que, cuando se busca, se encuentra. Me vengo arriba cuando entiendo de qué van los epígrafes y descorcho champán cuando, tablas y glosarios mediante, traduzco las siglas que aparecen por todos lados y que el manual da por sentado que conozco. Algunas las reconozco de otros juegos, ¡no parece tan complicado! Y sin embargo, caigo al pozo cuando se me vuelven a hacer bola palabras técnicas que me hacen pensar que, si la guerra depende de mi, apañados vamos. Lo que siento es algo de lo que otros antes que yo ya dejaron constancia en los foros:

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Y surge otro temor: ¿y si realmente mi inglés nivel-medio no da para esto? ¿Y si es cosa de la edad? ¿Será la crisis de los 40? Prefiero no pensarlo y me dedico a tomar aire con cosas prácticas: el enfundado. El olor a nuevo que emana de los mazos recién abiertos saca el lado fetichista que hay en mí y me hace fantasear con que una vez que acabe pondré las cartas sobre la mesa y será coser y cantar.

Pero queda otro detalle. Vuelta al troquel. Ya tengo las bandejas. Dos. Me he descargado el detalle de organización de un tipo que las colgó en la BGG. No puedo vivir sin la Board Game Geek. Pero resulta que, aunque había visto una foto con dos bandejas, el pavo sólo usa una en su esquema. Joder, otro misil a la línea de flotación de mi ánimo. Ahora todo depende de mi. Y en este punto mi autoestima está por los suelos.

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Entretanto sigo con las reglas. Y mi estado de ánimo sigue fluctuando entre lo animoso y lo depresivo. Tengo la suerte de que doy con unos vídeos en los que un chico que se llama Agustí Barrio no sólo explica los conceptos del juego sino que se marca una partida completa. Veo cada capítulo, de media unos 35-40 minutos, casi como si fuera una serie de televisión al uso. La verdad es que estoy enganchado y sé que cuando acabe esa primera misión de Normandía le escribiré para pedir que llegue pronto la segunda temporada. Pero al margen de lo narrativo, está la formación y en ese sentido su trabajo debería venir como referencia en el manual del juego. Empezando por el principio:

Gracias a este chico voy aclarando cosas pero como no todo puede ser tan bonito, resulta que estaba jugando con las reglas de la primera edición. La segunda, la mía, las actualiza y cambia cosas, alguna de ellas importante. Esto lo explica él mismo en un vídeo reciente donde habla de estos cambios pero eso no impide que empiece a temblar. ¿Cuánto hay de nuevo en lo nuevo? Y lo que es peor: las erratas. O el ¿cuánto hay de correcto en lo nuevo? Que si bien todo señala que hay menos fallos ahora, la lista sigue siendo interminable.

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Para salir del paso en esos tensos momentos despliego varios mapas sobre la mesa. Normandía y Vietnam no me dan mucho problema. Los miro e incluso hago algo cercano al análisis mientras observo qué flanco permitiría un avance más asequible, dónde hay mejores coberturas, cómo serían las líneas de visión, etc. Pero cuando pongo en juego las cartas de Corea entro en bucle. Saco una colina, y luego otra, y otra más. La cuarta es otro tipo de terreno que también cuenta hacia arriba. ¡Estoy construyendo un Everest en la península coreana! Y eso se suma a otras dudas que, sin jugar, ya me van surgiendo. Mejor seguimos leyendo.

Ni que decir tiene que me apresuro a guardar las cartas y a enclaustrarme nuevamente con el manual. Esta va a ser la definitiva. Pasa una semana o así. En paralelo a su lectura, estudio y análisis, he empezado a leer Los desnudos y los muertos, de Norman Mailer, obra que me llega gracias a Preacher Rush. Así que no puedo estar más motivado para jugar la primera partida. Hoy, tal vez, después del partido del Real Madrid. Tengo que fregar antes -así es la vida- pero después de dejar como los chorros del oro los cacharros, ahí vuelvo a estar, de nuevo ante la caja, ya abierta, con las cartas enfundadas, las fichas clasificadas en sus bandejas y con un manual con el que al menos ya me siento algo más cómodo. ¿Qué puede salir mal?

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Y aunque nuevamente me rindo, al día siguiente ya no hay excusa. Por fin llega el día del examen, para el que tanto he estudiado. Pero justo ahí, cuando todo lo que he leído y visto adquiere el tacto de la tercera dimensión es cuando entiendo que a partir de este momento, el camino es la práctica. Y es que cada paso es un reto. Es complicado describir las sensaciones de un juego tan increíblemente fluido en su proceder como duro a la hora de tener en cuenta los mil y un detalles de una casuística que, de primeras, parece infinita y paralizante. Juego unos seis turnos. Y cometo muchos errores, algunos por omisión pero otros incluso de forma consciente, más preocupado de consolidar otro tipo de mecánicas.  Pero esto no ha hecho más que empezar… la crisis de los (casi) 40, digo.

6 comentarios en “Fields of Fire y la crisis de los 40

  1. Yo también espero seguir leyendo tus sensaciones. Me encuentro hoy en el mismo punto que tu hace tiempo: enfrentado a una infinidad de opciones -aún la mayoría en la caja- abrumado por la densidad del juego y deseando calzarme las botas de desembarco.
    Sigue escribiendo, por favor, el frente te espera…

    1. Muchas gracias por el comentario. La verdad es que me lo estoy tomando con mucha calma, no es un juego que se lleve bien con las prisas, como ya sabes, jejeje. Llevo mucho sin jugar, la última estuve como seis horas, toda la noche y aunque han pasado meses aún tengo en la memoria los puntos de experiencia para reemplazos con los que acabé…. en fin, incluso para esto es un juego tan especial. Ojalá pueda tener un respiro para recuperarlo pronto. 🙂

  2. Buenas, ¿vas a seguir contando tus experiencias con éste juego? me ha encantado el 1er episodio, estoy en la misma crisis de edad que tu y pensando desde hace tiempo en comprar éste juego ;- )

    1. Hola! Jeje, tengo en mente seguir la serie pero ya por lo menos con una campaña completa jugada. El problema es que no tengo mucho tiempo pero las horas de estudio se las sigo echando… ¡ay si me las convalidaran! 😀

      1. Jajajajaja pues nada, ahora tienes además añadida la presión de que te esperan para seguir leyendo 😀
        Un saludo.
        Javi.

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