Napoléon, la gloria y el ADN español

Napoleón cruzando los Alpes
Napoleón cruzando los Alpes

Hace más de 200 años que los españoles llevamos grabados a fuego en nuestro ADN el odio a los franceses. Ningún rival a quien deseemos dejar atrás de una manera más furibunda. Nadie mejor a quien airearle en el rostro los éxitos o lo que queramos vender como tales. Nuestra tortilla siempre será mejor: ese es el único dato objetivo, más allá de la Historia.

Dos siglos después no tenemos ocasión para cambiar lo sucedido, ya saben. Invasión, afrancesamiento y episodios cuya leyenda se ha visto engrandecida gracias a las pinturas de Goya, en las que el pueblo se levanta en armas. Al margen de los cuadros, nos quedan plaquitas en céntricas plazas de Madrid y una fiesta la mar de pintona.

Sin embargo, ese 1808 se pierde en el inmenso diario de batalla de Napoleón. Su imperio, que de una manera u otra unifica Europa durante la última década del siglo XVIII y primera del XIX, se gesta a base de victorias en las que España, Madrid, solo es una más, incluso tardía, casi secundaria. ‘Field Commander Napoleon‘ (FCN) no es un libro de Historia, solo un juego de mesa en el que las líneas que nos llevan a ensalzar la figura del militar galo pueden no valorarse en su justa medida. Los dados mandan, como en el campo de batalla manda la sangre. Pero sirva, al menos, para hacerse una idea de la magnificiencia del desafío.

Profusión de material dentro de la caja

Editado por DVG en 2011, FCN es el tercero de una familia de juegos con  funcionamiento común pensados para disfrutarlos exclusivamente en solitario. En los tres casos, el sistema nos viste de grandes figuras de la guerra, Rommel en la primera edición y Alejandro Magno en la segunda. Sin embargo, vestir la piel de Napoleón implica un salto cualitativo en la serie. Se pulen detalles del mecanismo de los capítulos previos. Hablamos de calidad. Pero también de cantidad, argumento de peso para explicar el -a priori- elevado precio de la (voluminosa) caja: siete tableros montados para otras tantas campañas, seis tablas de fichas de una más que notable calidad, etc.

No hay un elevado nivel de dificultad en ningún aspecto del juego. La dinámica es simple. Napoleón ataca, el enemigo defiende. Simplificar el mecanismo a esta máxima no hace justicia, simplemente es para que se hagan una idea. En realidad, el mapa de campaña se convierte en una suerte de ajedrez en el que hay que saber moverse, organizar las tropas y utilizar convenientemente la experiencia para adaptarse al destino que marcará el dado. Inevitablemente las 10 caras marcan el devenir de batallas, movimientos y reacciones del rival. Nada preocupante: el sistema es aleatorio pero no hará nada que resulte ilógico. Es el precio, en todo caso, de ser un solitario, aunque en el fondo resulte una ventaja, ya que hacemos del FCN una experiencia más variada y atractiva; en definitiva, lo mejor para explotar en profundidad todas las opciones a nuestro alcance para elevar a Napoleón a deidad. Aunque seamos españoles.

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